Zerjio's Güorld

Trujo (Antonio) y Elena conocieron a un grupito majo de caminantes en sus últimas vacaciones en el Pirineo. Decidieron quedar para hacer más cosas juntos y Trujo propuso que bajaran a Sierra Nevada a hacer algunas excursiones. Este fin de semana bajaron algunos de ellos y tuvieron a bien aceptarme como compañero de paseos. El primero sería atacar el Mulhacén. Sin embargo, no íbamos a hacerlo por ninguna de las vías más habituales, puesto que queríamos un pateo un poco más intenso.

Comenzamos tomando la lanzadera desde Capileira a las 8:15 AM. Previamente habíamos dejado los dos coches en la cadena que impide el paso hasta donde llega la lanzadera por si nos retrasábamos y no éramos capaces de volver a tiempo. Una vez desembarcamos de la lanzadera y justo al contrario que el resto de viajeros que pretendían hacer cumbre en el Mulhacén ese día, seguimos la pista que nos lleva en dirección a la Caldera del Mulhacén. Ese tramo de pista no tiene complicación ni mucha pendiente, aunque nos ofreció unas buenas vistas de la zona que visitaríamos al día siguiente.

Una vez al lado de la Caldera, tampoco subimos por la senda habitual que suele usar la gente para ascender cuando vienen desde el Veleta. Subimos un poco hasta el Collado del Ciervo desde donde se puede contemplar la Laguna de la Mosca y desde allí pasamos por el Vasar del Mulhacén (que yo no había recorrido nunca) para rodear por la cara norte el Mulhacén. Ese camino es absolutamente espectacular, un tanto expuesto, pero no especialmente difícil. Es verdad que hay algunos momentos en los que había pequeños parches de nieve e hielo que dificultaban un poco el avance y que ponían un poco de tensión a la travesía, puesto que allí lo último que te apetece es un resbalón. Cerca de la mitad del Vasar se encuentra una fuentecita de agua fresca que, según Trujo, es la más alta de la península ibérica y que, además, siempre tiene agua.

El Vasar termina en el Puntal de las Siete Lagunas desde donde decidimos bajar hasta el valle de las mencionadas Siete Lagunas (algunas de ellas secas después de un verano sin gota de agua). Esa bajada, pese a tener un fuerte desnivel se hace bastante bien, en ocasiones "patinando" sobre las piedras y tierra del suelo. Allí fue el lugar perfecto para tomar algo, puesto que casi todos íbamos a comenzar el ascenso hasta la cumbre desde allí. Trujo y Elena prefirieron recortar y ahorrarse la subida, porque Elena se sentía regular del estómago.

Los demás emprendimos la marcha cuesta arriba por la justamente denominada Cuerda del Resuello. No da tregua. En un momento dado yo me adelanté del grupo, que esperaron a los más rezagados y nos perdimos de vista. Mal hecho por mi parte. Decidí continuar hasta la cumbre solo y esperarlos allí. Como llevaban el track del camino no tuvieron problema en llegar 10 minutos más tarde y disfrutamos de unos minutos (pocos) para hacernos algunas fotos allí y salir pitando para abajo, que el tiempo estaba justo. Mireia me recriminó (con todo el derecho del mundo, no lo hice bien) que me hubiera perdido de vista en la ascensión.

La bajada a la lanzadera transcurre por la loma del Mulhacén: no tiene gran pendiente, está muy bien señalizada con hitos y el mismo camino es bastante evidente y es recorrido por mucho excursionistas que pasaban por allí, tanto ascendiendo como descendiendo. Susana y Fernando se acogieron a su espíritu de trail-runners y salieron como una exhalación para abajo. Detrás íbamos otros dos y siguiéndonos a no mucha distancia, Alejando y Mireia. En un momento dado decidimos parar a esperar a Alejandro y Mireia. Y no llegaban. Era raro, porque no iban tan atrás y el camino era claro. Empezamos a sospechar que lo mismo alguno de ellos se había hecho daño o similar. La explicación de su tardanza era otra. En un momento de despiste Alejandro se salió del sendero, Mireia fue detrás y cuando de dio cuenta de que se habían desviado del track no se pusieron de acuerdo en que hacer (comunicación!!) y acabaron pasando por un sitio bastante más complicado que les hizo tardar más y desviarse un poco de la ruta. De hecho vimos a aparecer a Alejandro de detrás de unas rocas, le dijimos donde estaba el camino y estuvimos un rato buscando a Mireia que se había quedado rezagada y había bajado bastante. Llevaba la dirección correcta (sabía perfectamente a donde ir), pero no por el camino correcto. Nos reagrupamos los tres y continuamos al trote hacía abajo, un poco agobiados por la confusión generada y porque llegábamos tarde a la lanzadera. Una vez allí comprobamos que Alejandro había llegado correctamente con lo que todos respiramos tranquilos y dimos por terminada la excursión sin mayores problemas, aunque tomando nota de que no debía repetirse una situación así en la que nos separáramos del grupo.

Afortunadamente (y gracias a la experiencia de Trujo), habíamos dejado los coches en la barrera, con lo que el conductor de la lanzadera pudo esperarnos la media hora extra que necesitamos al perdernos y encontrarnos.

El día acabó bajando a ver los pueblos de Capileira, Bubión y Pampaneira donde nos tomamos algo e hicimos una compra para preparar una barbacoa esa noche que a todos nos supo a gloria.